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Bring me to life



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Sinopsis:

Me senté a los pies de mi gran cama. Me sentía raro, mi vida era una rutina, siempre pasaba lo mismo. No recuerdo el día en el que pasó, solo sé que desde tengo uso de razón tengo esta rutina. Paso mi mano derecha sobre mi cabello despeinando. ¿Cuándo saldría el avión? No puedo dormí. Siempre estoy así antes de coger un avión, no me gustan, menos después de lo sucedido hace tiempo. 

Me levantó de la cama, me colocó la camiseta y empiezo a hacer la maleta. Meto 10 libros nuevos que me regalo mi tío. No sé cuanto tiempo estaré fuera esta vez. Tengo 18 años y todavía estoy bajo el mando de mi madre, no me importa recuero que yo fui quien pidió que ella viniera conmigo.

- Vale, pero con una condición- dije nervioso, nunca ponía condiciones, además no sabía como pedirle una condición a él. Me imponía respeto.
- Claro Justin ¿qué quieres?- me dijo echando su cuerpo sobre la mesa, acércanos a mi.
- Que mi madre venga conmigo- exigí jugando con los dedos de mis manos bajo la mesa, estaba serio aunque no lo aparentaba por mi inseguridad.
- Por supuesto Justin, ella ira contigo. Ahora descansa, te espera un viaje largo.

Descansar ¿Enserio me había pedido eso? Él sabe de mis problemas con volar, me tienen que dormir para que pase el vuelo tranquilo. Así que no me hacía falta dormir ahora, iba a tirarme quizás 5 horas durmiendo volando. 

Terminé de meter los libros en la maleta. Allí tendría ropa nueva, pero meto mis camisetas preferidas. Cojo la cruz de oro de mi padre y me la colocó en el cuello. La atrapo entre mis manos y suspiro. Ser un chico con sentimientos, romántico e inteligente… No suele servir para mucho, pero soy así, mi familia me enseño a tratar bien a la gente. El pasado es pasado, sé como soy ahora, sé que ahora no tengo nada sobre mis venas que pueda perjudicar mi salud. 

Mi madre pega en la puerta, la abre y con una voz dulce dice que tenemos que salir ya para el aeropuerto. Soy más alto que ella así que al abrazarla ella se esconde entre mis brazos. Beso su cabeza y le doy fuerzas, las mismas que me da ella cada día. Me recuerda que tenemos que irnos, cierro la maleta y los libros suenan. Salgo de mi habitación y nos dirigimos al aeropuerto. 

Me siento en el sillón, dejo el vaso de agua en una mesita. La pastilla ya baja por mi cuerpo haciendo efecto, adormeciendo mi cuerpo. Por ultima antes de dormirme sacó una foto de mi bolsillo: una chica de 17 años, cabello color chocolate con reflejos rubios, ojos esmeraldas y tres pecas sueltas sobre su pálida piel. Abajo esta escrito su nombre, Alaya. Suspiro y meto su rostro en mi cabeza, solo me da tiempo a volver a guardar la foto de nuevo, luego, ya no recuerdo nada más.


Todo parecía perdió, destrozado, desesperanzado en la vida de Alaya. Su mundo se había convierto gris desde su nacimiento. Nunca había probado el sabor del amor, así que cuando lo sintió, no supo que era, nunca tuvo un ejemplo en su casa. Hasta que llegó el chico bueno, un haz en el ajedrez, en las matemáticas, en la lectura, en la guitarra. Un chico sencillo, un chico bueno, de esos que no se saltan el toque de queda, que ayudan en casa y tratan como damas a las mujeres, de los que ya no hay. 

Una novela en la que será todo diferente. El chico será el bueno y la chica la mala. Pero aunque la chica haya sobrevivido costosamente a horrores, mantiene el sentido del humor. Muchos secretos, al principio parece que no son importantes, pero los secretos no duran eternamente. Pueden ser secretos escalofriantes como un asesinato o insignificantes como robar un caramelo.

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